Homosexualidad y Espiritualidad, más allá de las opiniones

Un obstáculo importante que dificulta el avance en la experimentación de la espiritualidad vivencial cotidiana es darle pase de entrada automática a las creencias colectivas y mantener una lucha desgastante contra la propia naturaleza íntima. Cuando abandonamos en nuestro interior la confrontación de las ideas y nos entregamos a la inteligencia intuitiva ilimitada, comprendemos que cualquier orientación o preferencia sexual –tales como la homosexualidad, la bisexualidad y la heterosexualidad– es una forma expresiva particular del universo a través nuestro y aceptamos por consecuencia la realidad individual, lo cual nos conduce de manera afortunada al reencuentro de la armonía con todo lo que existe.

Como efecto mecánico de algunos hechos históricos, en una gran parte del mundo hemos heredado la creencia colectiva de que la homosexualidad es indebida y avergonzante. Múltiples argumentos de diverso tipo son usados para darle justificación a esta manera de interpretar la realidad, que suele ser promovida como una verdad absoluta y con un enfoque impositivo. De manera desafortunada también se ha usado a través de las generaciones esta particular visión para alimentar determinadas actitudes de exclusión y odio, produciendo una enorme cantidad de sufrimientos, actos discriminatorios, pleitos familiares, suicidios y asesinatos.

Esta situación ha generado la reacción lógica nacida de la indignación. El movimiento social por los derechos de las personas con una orientación o preferencia sexual distinta de la hegemónica ha surgido y crecido en diversos países como respuesta a los actos discriminatorios persistentes y cotidianos.

El movimiento de la diversidad sexual, como el feminista, ha logrado avances sociales trascendentes y en algunas ciudades, regiones y países la calidad de vida de las personas homosexuales, bisexuales, transgenéricas y transexuales ha tenido cambios favorables y significativos durante los últimos años, aunque en muchas otras zonas geográficas todavía están incipientes.

Sin embargo, más allá de la lucha reactiva entre quienes enarbolan diversas creencias, ideologías y doctrinas de todo tipo, una manera más efectiva de avanzar hacia la evolución consciente y trascendente de la humanidad puede consistir en la promoción constructiva del despertar de la conciencia individual y colectiva, orientada hacia una convivencia social que esté enfocada en sentimientos compartidos y valores universales, como la fraternidad, la paz y la tolerancia. Es decir, sumar voluntades personales y grupales para trabajar de manera proactiva en la construcción de una nueva realidad humana, más comprensiva, generosa, solidaria e incluyente, que respete pero deje en plano secundario las diferencias entre las múltiples percepciones e intepretaciones de la realidad. 

El contexto individual y el reencuentro intuitivo, más allá de las opiniones

En el contexto individual, que es el terreno donde cada persona tiene la capacidad de tomar decisiones y generar cambios, es el ámbito en el que resulta conveniente enfocar nuestra atención si lo que buscamos es encaminarnos hacia los horizontes luminosos del bienestar íntimo y la paz interior. La felicidad individual puede ser el principal agente de transformación hacia una humanidad más consciente y armoniosa.

Uno de los problemas que afronta una persona homosexual, bisexual, transgenérica, transexual o intersexual es poner demasiada atención a las creencias colectivas y desatender su propio bienestar anímico. El centro de su conciencia suele perderse entre las opiniones ajenas y hechos exteriores, generando reacciones personales de enojo o tristeza, olvidándose y alejándose de su luz interior y sabiduría intuitiva.

En realidad, las opiniones favorables o desfavorables sobre cualquier tema forman parte del mundo limitado de la dualidad. Sin embargo a través del reencuentro intuitivo con nuestra luz interior podemos trascender la lucha de las ideas y hallar la armonía con la esencia propia, cualquiera que sea la forma que el universo se exprese a través de nosotros. Con esta interiorización es posible comprender que la homosexualidad, la bisexualidad, la heterosexualidad, la transgeneridad, la transexualidad y la intersexualidad son algunos de los colores maravillosos de la amplia variedad de flores en el jardín de la humanidad.

La autoaceptación puede ser el primer paso significativo que nos encamine hacia la armonía con todo lo que existe. Reprimir o huir de nuestros impulsos sexoafectivos es negarle al universo la posibilidad de expresarse a través nuestro, con lo cual se genera una lucha interior innecesaria y su correspondiente desgaste anímico implícito. A través del desarrollo de la intuición personal podemos fluir y darle su justo valor y dimensión a esta faceta de nuestra individualidad para lograr el equilibrio integral y avanzar en la experimentación de la espiritualidad vivencial cotidiana, más allá de las creencias colectivas y las visiones impositivas.

Retomar en libertad nuestro propio camino hacia la felicidad y armonía interior es una manera afortunada de mostrar gratitud al Todo por tener la maravillosa oportunidad de existir de manera consciente y plena.